viernes, 15 de noviembre de 2019

II. B) Escultura Románica


B) Escultura. La escultura adquiere un importante valor en los siglos del arte románico. Su incorporación embellece el edificio mientras desempeña una función didáctica para ilustrar al creyente acerca de los nuevos contenidos dogmáticos e iconográficos del momento.
Técnica. De forma general los escultores románicos trabajan el relieve, al igual que sucedía en el periodo prerrománico. Estos artistas se inspiran en los modelos heredados del arte romano y en las artes aplicadas del prerrománico, pero las formas están supeditadas tanto al material empleado como al espacio arquitectónico al que van destinadas. Gracias al intercambio favorecido por las rutas de peregrinación, ciertas formas de trabajar la piedra se fueron imponiendo y la escultura románica comenzó a manifestar signos de recuperación de la técnica visibles en el mejor tratamiento de los rostros, disposición de las figuras o el realismo de los paños.
Ubicación arquitectónica. La decoración escultórica se concentra en los capiteles de las columnas, en las jambas y arquivoltas de las fachadas y en los tímpanos de las mismas, y esta colocación determina su forma y su adaptación al marco. También esta disposición permite la colocación de los mismos temas en los mismos espacios. De esta manera, en las fachadas occidentales de los templos podemos ver como el Juicio Final, el Pantocrátor o el peso de las almas ocupan los tímpanos; los apóstoles y profetas, las jambas; y el Cristo Majestad, el parteluz.
Con el paso del tiempo, a la decoración arquitectónica en relieve se añadirá la destinada a la decoración de los altares que se realizará en madera policromada y estará constituida por imágenes de Cristo o frontales de altar.
Iconografía. El escultor se inspira en fuentes diversas como los textos bíblicos (Antiguo y Nuevo Testamento, Apocalipsis), los Evangelios apócrifos (ampliamente difundidos por los monjes de Cluny), los bestiarios (de origen oriental en los que se describen diferentes animales que personifican Los vicios y las virtudes del hombre). Los temas más frecuentes son el Juicio Final representado como el Cristo pantocrátor rodeado por el tetraworfos (las imágenes de los evangelistas), los veinticuatro ancianos del Apocalipsis y las figuras de los justos y los condenados al fuego eterno.
También podemos encontrar el crismón o anagrama de Cristo, tema de origen paleocristiano, el Crucificado (con cuatro clavos, vestido y con los ojos abiertos, expresión de su triunfo sobre la muerte), solo o asociado al Calvario o el Descendimiento. La Virgen sigue la iconografía bizantina de la Kiriotissa o trono de Dios, con una gran frontalidad y una total ausencia de relación con el Hijo que lleva en brazos.
Otros temas son los ciclos de la infancia, pasión y muerte de Cristo, y algunas leyendas hagiográficas, especialmente aquellas que hacen referencia al martirio de los santos.
Función didáctica como vehículo de contenidos simbólicos. De ahí la proliferación de alegorías: el triunfo sobre la muerte en los ojos abiertos del Crucificado, la identificación de Dios con el pelícano que se pica la sangre del pecho para alimentar a sus hijos, la unión del crismón y del león para representar a Cristo, como el león fuerte de la tribu de Judá; las sirenas son las tentaciones y los monstruos los pecados y los vicios (y se muestran al creyente en los modillones o capiteles de algunas iglesias).
Todas estas imágenes sirven como vehículo de un mensaje relacionado con el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte.
Estética. Dada la finalidad y el carácter de la representación, resulta lógica la despreocupación por la belleza formal, ya que lo que interesa no es la imagen en sí misma sino los contenidos expresivos y simbólicos que transmite. Por ello parece lógica La despreocupación formal heredada en buena medida de la iconografía bizantina. Esta consideración determina una percepción incorrecta del espacio y el empleo de ciertas perspectivas condicionadas tanto a los convencionalismos iconográficos —caso de la perspectiva jerárquica— como a la función docente que quieren ejercer —la perspectiva abatida que muestra al espectador lo que comúnmente el ojo no puede ver, volcando mesas en la última cena o lechos para contemplar la imagen del difunto.
A finales del siglo XI, las formas románicas evolucionan hacia un mayor naturalismo que las entronca con el estilo gótico que ya se había desarrollado en Francia. Las características que comparten son la siguientes: 1) mayor individualización de los rostros; 2) progresiva independencia del marco arquitectónico; 3) tratamiento detallado de los ropajes y 4) naturalismo tanto en las expresiones de los rostros como en las relaciones entre las figuras que forman parte de un mismo conjunto escultórico.
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