viernes, 15 de noviembre de 2019

II. A) Arquitectura Románica


a) Arquitectura. La arquitectura es la expresión más completa del arte románico. Las artes figurativas quedan subordinadas a los espacios reservados para ellas en los edificios y contribuyen, con su integración, a crear el ambiente de meditación y oración que existe en las iglesias de este estilo.
Los rasgos característicos de la arquitectura:
El muro de piedra labrada en sillares que recubren estructuras internas de mampostería, que permiten tanto un trabajo constructivo más sencillo como un abaratamiento de los costes de la edificación. En algunos casos se utiliza el mármol coloreado (catedrales italianas) o el ladrillo, material que, en el caso español dará pie al desarrollo del arte mudéjar.
Los soportes suelen ser pilares con columnas adosadas o pilar compuesto que nace por la necesidad de sostener cuatro arcos, dos fajones y dos formeros. En los edificios más sencillos se emplea solo la columna y en algunos ejemplos tempranos, como la Catedral de Jaca, alternan estas con los pilares.
Los arcos de medio punto semicirculares que suelen presentarse doblados, es decir, uno mayor cobijando a otro de menor tamaño que le sirve de refuerzo. En las ventanas y puertas, el grosor de los muros determina la creación de arcos concéntricos con molduras que se denominan arquivoltas. En la última fase del estilo, debido a la irrupción de las formas góticas, los arcos de medio punto irán transformando su silueta en la de apuntados de amplio vano.
La cubierta más característica es la bóveda de cañón, de sección semicircular, dividida por arcos fajones apoyados sobre los pilares compuestos que exteriormente coinciden con los contrafuertes.
Con el paso del tiempo, y debido al excesivo peso de las estructuras, la bóveda de cañón se reservará para la nave central mientras que las laterales se cubrirán con arista. También se emplean las cúpulas, bien sobre trompas o bien sobre pechinas, en los cimborrios de los cruceros y las bóvedas de cuarto de esfera para los ábsides que, en número variable componen las capillas que se disponen en las cabeceras y se acogen bajo la advocación de santos diferentes.
Las plantas no siguen una disposición única, sino que se van a adaptar a las necesidades para las que se levanta el edificio. Se desarrollan, sin embargo, dos tipologías fundamentales: la basilical de tres naves, con crucero señalado por la mayor anchura del tramo y cabecera con capillas semicirculares o ábsides. El otro diseño se corresponde con las llamadas iglesias de peregrinación.
El alzado interior presenta una nave central m á s elevada que las laterales, con el fin de que puedan abrirse ventanas por encima de estas últimas. Es frecuente también que en las iglesias de peregrinación se sitúe por encima de las naves laterales una tribuna, galería de la misma anchura que la nave baja y que se comunica con la nave central mediante una serie de ventanas que constituyen el triforio.
Los exteriores presentan un ordenamiento claro y en altura de las diferentes partes que componen un edificio: la nave central es m á s elevada que las laterales, la torre o cimborrio en el crucero aumenta la altura de la nave central, contribuye a iluminar el espacio interior y resalta los volúmenes yuxtapuestos en el exterior. Por su parte, los contrafuertes refuerzan el muro en aquellos lugares en donde apoyan los arcos fajones de la bóveda y sirven también como un elemento plástico y de juego de volúmenes y de masa-vano en las paredes exteriores. Finalmente, las portadas organizadas a base de arquivoltas constituyen el soporte para la transmisión del mensaje iconográfico reservando los Laterales o jambas y el tímpano para la decoración figurativa.
Principales tipos de edificios
El arte románico es fundamentalmente religioso, no obstante, las formas de vida y las costumbres de la Alta Edad Media van a hacer posible la aparición de edificaciones y edificios civiles que van a utilizar el mismo lenguaje constructivo empleado en las iglesias y los monasterios.
Dado que la Iglesia y la nobleza eran los grupos privilegiados y los únicos capaces de promover el desarrollo del arte, los edificios más característicos del románico van a ser los castillos para la vida y defensa de los señores y las construcciones religiosas, monasterios e iglesias vinculados al desarrollo de las órdenes monásticas y de las rutas de peregrinación.
Los castillos. Responden a la inestabilidad social generada por las invasiones y son el símbolo visible de las relaciones de dependencia personal que caracterizan al feudalismo. Su forma estará condicionada por la evolución de las armas de guerra y dispondrá de un recinto militar, de un espacio destinado a servir de residencia a sus señores y de una iglesia o capilla. Se construyen en lugares estratégicos, con importante presencia de la torre del homenaje y de la muralla en la que se abren orificios cuadrados o circulares destinados a la defensa del lugar y de sus moradores.
Los monasterios. Se presentan como una ciudad cerrada, accesible solo para una comunidad religiosa. La vida de los moradores gira en torno a la iglesia y al claustro. A la izquierda de este se sitúan las áreas de hospedería, de los novicios y de enfermería. A la derecha, el área de fraternidad que engloba cocina, bodega, refectorio (lugar de la comida) sala capitular (lugar de reunión para la oración) y, encima de ella, se dispone el dormitorio de los monjes comunicado con la iglesia. La importancia de la regla benedictina, desarrollada por los monjes de Cluny hará posible la existencia de talleres y de un huerto destinados ambos a abastecer las necesidades básicas de la comunidad.
Las iglesias. Realizaríamos una lectura muy simple de las iglesias románicas si nos limitáramos a considerarlas como una mera disposición de elementos arquitectónicos en un espacio determinado. Estas construcciones son también susceptibles de una lectura simbólica: la orientación hacia el Este, lugar por el que sale el sol, se identifica con la presencia de Dios en la tierra; las portadas en el lado occidental, con las imágenes del Juicio Final, preparan a los fieles para acceder a un espacio purificador, en semi-penumbra que invita al recogimiento y a la meditación.
Además, en gran número de iglesias, la pintura de los ábsides recuerda al creyente la venida de Dios como soberano de los hombres que va a premiar o castigar las acciones que ellos han realizado a lo largo de su vida.
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